Hola, soy Sara Vergari, estratega de comunidades. Ayudo a crear comunidades sólidas y comprometidas. Para mí, el poder de la comunidad nunca ha sido solo unas palabras. Es ese hilo invisible que nos conecta con algo más grande, que nos hace sentir como en casa incluso en lugares nuevos, y que nos recuerda que no tenemos que recorrer este camino solos.
En los últimos años he tenido la suerte de experimentar la comunidad de muchas formas diferentes. Viajando con Hacker Paradise, viviendo y trabajando en espacios de coliving y coworking en Asia, Sudamérica y Europa. Cada una de estas experiencias me dejó lecciones sobre conexión, colaboración y crecimiento que todavía llevo conmigo.
Viajando con Hacker Paradise: creando vínculos en movimiento
Pasé casi tres años viajando y trabajando con Hacker Paradise, una comunidad de nómadas digitales que explora el mundo mientras trabaja en remoto. Nos movíamos entre continentes: Asia, Sudamérica, Europa, pero los lugares que realmente se quedaron conmigo fueron Bali y Koh Phangan.
Lo que hacía especial a este tipo de comunidad eran las personas. Cada semana llegaban caras nuevas, cada una con una historia, una perspectiva o una habilidad que enriquecía al grupo. Me encantaba descubrir nuevas culturas, aprender de los demás y hacer planes juntos (a veces, cuando viajas solo, no siempre es fácil). Con un grupo, todo se sentía más ligero: compartir aventuras, explorar y crear recuerdos juntos.
Claro que también había retos. Lo más difícil siempre era despedirse. Justo cuando te habías encariñado con alguien, ya era hora de que se fuera. Recuerdo momentos en los que lloré, sin saber si volvería a ver a algunas de esas personas. Pero al mismo tiempo, esas conexiones intensas no desaparecieron. Sigo en contacto con muchos de ellos, y algunas de las amistades que hice en el camino han durado años.
Viviendo y trabajando en espacios de coliving y coworking
Durante mi tiempo con Hacker Paradise, muchos de nuestros programas se realizaban en espacios de coliving y coworking. No eran solo lugares para dormir o trabajar, se convirtieron en el corazón de nuestra experiencia, espacios donde la creatividad, la colaboración y la conexión humana surgían de forma natural.
Algunos de los que más me marcaron fueron Outpost en Bali y Sri Lanka, ambos junto al mar, donde los días de trabajo se mezclaban con atardeceres y surf. Luego estaba el Château en Normandía, una hermosa propiedad histórica convertida en coliving que se sentía tanto inspiradora como íntima. Estar en estos entornos me enseñó mucho más que habilidades profesionales. Trabajar codo a codo con personas de orígenes tan distintos me dio disciplina, inspiración y una red de contactos más amplia. La energía era contagiosa: cuando estás rodeado de personas persiguiendo sus sueños, te impulsa a seguir persiguiendo los tuyos. Al mismo tiempo, se generaban amistades y colaboraciones que se sentían genuinas y duraderas.
Un momento que siempre recuerdo es en Sri Lanka. Dos personas que acababan de conocerse en Outpost empezaron a pasar tiempo juntas en el coworking y terminaron lanzando un proyecto. Ver cómo un encuentro casual podía convertirse en una colaboración real me recordó por qué estos espacios son tan poderosos: crean oportunidades de conexión que van mucho más allá del trabajo.
Por qué importa la comunidad
La comunidad siempre ha sido importante para mí porque responde a una de nuestras necesidades humanas más básicas: pertenecer. Ser parte de algo más grande significa que no te sientes solo. Significa que tienes personas con quienes compartir la vida, con quienes organizar cosas, de quienes aprender. Y para mí, lo mejor es eso: que nunca dejas de aprender. Cada persona que conoces tiene algo que enseñarte, si estás dispuesto a escuchar y explorar.
Mirando hacia atrás todas estas experiencias, desde viajar con nómadas hasta vivir en centros de coworking, una lección está clara: el crecimiento sucede cuando nos conectamos.
Reflexiones finales
Las comunidades vienen en todas las formas y tamaños. A veces son temporales, como los grupos que conoces en el camino. Otras veces son profesionales, como las redes de coworking. Y a veces, se convierten en una parte estable de tu vida diaria. La forma puede cambiar, pero la esencia permanece: conexión, apoyo y crecimiento.
Formar parte de diferentes comunidades me ha enseñado que la vida es mucho más rica cuando se comparte. Me ha mostrado la belleza de la diversidad, la fuerza de la colaboración y la importancia de crear espacios donde las personas se sientan como en casa.
Y hoy, mientras sigo explorando tanto como miembro como persona que construye comunidades, llevo conmigo una verdad simple: sal, conéctate y explora, porque siempre hay algo que aprender de todos.
Si gestionas un espacio de coliving o coworking y necesitas crear o fortalecer tu comunidad, podemos apoyarte con la estrategia y la implementación. Hablemos.